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Maridar es un arte que consiste en combinar cada plato con el vino de matices perfectos, lo que permitirá realzar y potenciar la textura y los sabores de los ingredientes que se han cocinado. Se trata, por tanto, de conseguir una experiencia lo más placentera posible para nuestro paladar, fruto de esa combinación ideal.

Lo habitual, hasta no hace mucho, era escoger el vino de la región y servirlo con productos de la zona, pero esta concepción ha quedado obsoleta y últimamente se está descubriendo que escoger el vino adecuado, independientemente de su procedencia, es indispensable para convertir una comida en una experiencia inolvidable. En realidad, se trata de crear y experimentar con las sensaciones. Según dicen los entendidos, la mejor forma de conseguirlo es unir platos de sabor rotundo con vinos de cuerpo, y platos ligeros con vinos suaves y refrescantes, pero en la práctica la fórmula no es tan sencilla y nos encontramos con muchos matices que dependen, entre otras muchas variantes, del gusto personal de cada persona.

Cuando vamos a un restaurante de categoría el problema se simplifica, pues es el sumiller quien nos asesora sobre cuál es el vino que mejor combina con el plato que hemos escogido, pero en nuestros hogares, lamentablemente, no tenemos un sumiller a mano para que realice esa labor.

Si no estás seguro de qué vino llevar a la próxima cena entre amigos, o si te cuesta encontrar el vino perfecto para el menú chino que quieres preparar, que sepas que no estás solo, y por eso vamos a darte algunas pautas de maridaje de alimentos y vinos que, sin apenas esfuerzo, harán que tu vino coincida con el que hubiera escogido el más afamado de los sumillers. Este es el caso de Celeste Crianzauna opción con la que raramente te equivocarás gracias a suaves características tánicas y frutales que lo convierten en el acompañamiento ideal de muchos platos.

1. El vino y la comida deben tener un peso parecido

Cuando hacemos referencia al peso, no nos estamos refiriendo a gramos o kilos. Hacer coincidir el peso de los alimentos con el vino significa que los alimentos menos grasos, como las aves y los pescados, se complementan con vinos más delicados, como un tinto ligero, con bajo contenido en taninos, o un blanco.

Las gambas y el chardonnay son medianos y ricos, por lo que se complementan entre sí. En cambio, los alimentos ricos y más pesados, como asados, guisos de carne, platos con salsas cremosas, carne de venado, cordero, aves, carnes rojas y estofados, necesitan vinos con cuerpo, como Celeste Crianza, potente e intenso en nariz, mientras que en boca es agradable, redondo, con taninos suaves y afrutados.

2. Combina la intensidad del sabor y el carácter

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Alimentos y sabores de vino similares se complementan entre sí. Por ejemplo, el pescado con salsa de limón y pinot gris tienen sabores cítricos y funcionan bien juntos.

Combina alimentos suaves con vinos suaves y alimentos grandes y sabrosos con vinos grandes y sabrosos. Por ejemplo, un filete a la pimienta con un Celeste Crianza, pues los jugos propios de la carne y su grasa actúan absorbiendo y suavizando la acción secante de los taninos o, por poner otro ejemplo, un pollo en salsa de crema con un rico chardonnay.

3. Piensa en la acidez

Los vinos con alto contenido de ácido, como el riesling joven, a menudo se usan para limpiar el paladar cuando se comen alimentos grasos como el curry indio o salsas ricas y mantecosas. Si estás comiendo un plato con un alto contenido ácido, como una ensalada con aderezo a base de vinagre, combínalo con un pinot grigio seco y crujiente .

Los vinos de climas fríos (como la península de Mornington) tendrán más acidez que los de climas cálidos. Recuerda que las salsas cremosas ricas generalmente chocarán tanto con un vino ácido como un espumoso. Piénsalo de esta manera: si exprimieras el jugo de limón en una taza de leche, ¿lo beberías? Los vinos tempranillo, como Celestre Crianza, son una variedad de vinos con poca acidez y con bastante cuerpo, lo cual hace posible que combinen prácticamente con cualquier comida, ya que se pueden maridar con cremas, verduras, potajes y pescado, además de con carnes.

4. Cuidado con la mezcla de sal y tanino

Los vinos ácidos y crujientes ayudan a equilibrar los sabores salados. Por ejemplo, nuestro amigo sauvignon blanc equilibra las aceitunas saladas y el queso feta, pero los alimentos salados también se mejoran y equilibran con un toque de dulzura. Piensa en cuando comes jamón con melón, ¡delicioso!

Lo mismo se puede lograr con el vino: Sauternes, un vino deliciosamente dulce de la región de Burdeos, es una combinación famosa con el queso salado Roquefort, pero cualquier vino ligeramente dulce como el pinot gris de clima frío puede funcionar. Sin embargo, ten cuidado: la sal puede chocar con el tanino, ya que hace que el tanino parezca más ligero, así que evita los rojos grandes y pegajosos como el cabernet sauvignon y el shiraz .

Para que un vino seco funcione con alimentos salados, busca algo con taninos bajos y acidez notable: vinos salados en lugar de afrutados, como un Chablis francés. El buen chardonnay con cierta edad a menudo tiene un agradable sabor a nuez y funciona muy bien con queso semiduro y duro.

5. Ablanda los taninos amargos con alimentos más ricos y pesados.

En primer lugar, ¿qué es el tanino? Los taninos provienen de muchos lugares, sobre todo de las pieles de las uvas utilizadas en la vinificación, pero también de los barriles de madera en los que se envejece el vino. ¡El tanino tiene un sabor similar al que notarías si chuparas una bolsa de té!

Este sabor astringente es lo que ayuda a limpiar el paladar de una comida rica, razón por la cual el cabernet sauvignon y el shiraz funcionan tan bien con el bistec. Las características tánicas y frutales de Celeste Crianza hacen que este sea el acompañamiento ideal para todo tipo de carnes rojas, chorizo y quesos maduros.

Los taninos son uno de los puntos primordiales para acertar en un buen maridaje con vino tinto, pero también influyen otros aspectos como la uva o el procedimiento de elaboración del vino, desde el tiempo de maceración hasta el clima durante su maduración, por eso un buen vino comienza en la propia tierra, como los viñedos del valle de la D.O. Ribera del Duero.

La finca de Fompedraza, de relieves suaves y a unos 900 metros por encima del nivel del mar, es el hogar de la uva que da como fruto el Celeste Crianza. Durante doce meses, el mosto reposa en barrica de roble francés y americano, a los que se les suman, al menos, otros doce meses más de envejecimiento en botella. Un vino muy característico que, además, ganará en tu bodega, pues si puedes conservarlo en buenas condiciones, su vida puede alargarse hasta los siete años.

6. Sirve un vino al menos tan dulce como la comida

La regla general es servir un vino al menos tan dulce o más dulce que la comida que lo acompaña. Los alimentos dulces hacen que los vinos secos parezcan demasiado ácidos.

Los vinos dulces con un buen nivel de acidez, como Sauternes, son una combinación perfecta para alimentos ricos como el paté. La acidez cortará la grasa del paté y la dulzura del vino complementará la riqueza de este alimento. La dulzura también equilibra la sal, razón por la cual los vinos dulces son compañeros clásicos de los quesos azules, ¡recuérdalo la próxima vez que tomes queso Stilton!

7. Las comidas picantes necesitan vino picante

Por lo general, las especias fuertes, como las guindillas en la comida tailandesa o india, pueden chocar y destruir los sabores en un vino. En la mayoría de los casos, el vino no es lo ideal para beber, pero si lo tuyo es el vino, considera algo picante y dulce en sí mismo, como un Gewürztraminer o Riesling seco. Como el alcohol acentúa los aceites que calientan la comida picante, lo mejor es buscar vinos con bajo contenido de alcohol.

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